Los niños y adolescentes que han sufrido adversidades o estrés tóxico intenso o severo, también pueden haberse sensibilizado o a otras fuentes subsecuentes de estrés. Sus respuestas al estrés pueden activarse más fácilmente y pueden ser mayores que las de otros niños que no han pasado por experiencias similares. Cuando parece que nuestros niños hacen las cosas más grandes de lo que son o sobrereaccionan, es muy posible que no todo esté “en sus cabezas”, y es posible que no sólo se están tomando las cosas de manera muy personal. Sus respuestas podrían ser porque biológicamente son más sensibles a la experiencia de las fuentes de estrés que están sintiendo.
Cuando experimentamos ACEs, nuestros cuerpos pueden continuar produciendo más hormonas del estrés que la persona promedio. A través de nuestra niñez y nuestra adolescencia, eso puede manifestarse cómo problemas para dormir, dificultad para enfocarse en tareas o prestar atención y aprender, o luchar con la autorregulación.
Existen otras señales que podemos observar, y que podrían significar que nuestros niños están pasando por estrés y les caería bien un poco más de apoyo, sin importar su historial ACE. La siguiente tabla enlista algunas otras maneras en las que el estrés se manifiesta en niños y adolescentes.